martes, 29 de mayo de 2012

2012 COLOMBIA- Zipaquira

Primero fue la luz del día, después la oscuridad. Poco a poco una luz fosforescente multicolor se abre paso e ilumina las paredes de la Mina de Sal de Zipaquirá, una monumental pieza arquitectónica labrada por manos mineras y convertida en un templo de belleza.
Antes de entrar, lo primero que se ve es la plazoleta de banderas donde se encuentra la escultura de la Virgen de Guasá (que significa sal y agua), santa patrona de los mineros quien tiene a sus pies un minero. En la Plaza Ceremonial también están la Cruz Cardinal, el monumento minero, el campanario y las fuentes de agua.
La iluminación de la mina deslumbra a los turistas.
Esta portentosa mina de sal se encuentra en el municipio de Zipaquirá, capital del departamento de Cundinamarca, a tan sólo 48 kilómetros de Bogotá. Está incrustada en el Cerro del Zipa (jefe máximo indígena), a 2.652 m.s.n.m y tiene una temperatura promedio de 14ºC.




Este atractivo subterráneo ha recibido más de 13 millones de visitantes tanto de todo el mundo. Mensualmente asisten a él más de 10 mil turistas extranjeros y unos 40 mil colombianos. Su estructura, mezcla de una precisa ingeniería e historia se declaró la Primera Maravilla de Colombia el 4 de febrero de 2007.
En 1995 se inauguró la nueva sede de la Mina de Sal, dada la inestabilidad de la primera mina. Esta nueva edificación está a 180 metros bajo tierra. Para construirla se extrajeron 250 mil toneladas de roca sal. Esta mina es la mayor reserva de roca sal en el mundo.
Al acceder a la mina se siente el olor mineral y la oscuridad toma posesión de todo. Después, un juego de luces descubre la roca tallada y los túneles que albergan estaciones del viacrucis. Al final hay acceso a tres naves: la del nacimiento y bautismo, la de la vida y la muerte y la de la resurrección, cada una con un altar.
Cada una de las naves tiene esculturas hermosamente talladas por mineros y escultores entre las cuales se destaca La Piedad, cuyo rostro tiene fuertes rasgos indígenas, en honor a los Muiscas que primero aprovecharon el fruto de la sal. También están el Ángel Guardian tallado en 1950 por el escultor italiano Ludovico Consorte y la enorme cruz del Nártex.
Otra de las grandes atracciones es el espejo de agua, anteriormente una salmuera (lugar para la saturación de la sal), cuyos alrededores están iluminados para reflejarse en el agua estática y dar un efecto óptico fascinante que da la impresión de estar nadando en un vacío subterráneo.


La explotación de esta mina tiene una historia que recorre tiempos precolombinos, atraviesa los coloniales y republicanos para seguir haciendo historia hoy. Fueron los antiguos indígenas Muiscas quienes primero se beneficiaron de este enorme yacimiento de sal y se convirtieron en una de las sociedades prehispánicas más prósperas de su tiempo.
Esta acumulación salina en medio de la cordillera oriental colombiana se formó hace 70 millones de años cuando aún existía un mar interior que ocupaba toda la región. Al formarse la Cordillera Oriental, ese mar se secó y dejó un enorme depósito de sal sepultado por tierra y barro que se solidificó hasta llegar a la formación de rocas de sal.
El yacimiento de sal ha explotado desde antes de la colonia, por los Muiscas.
Los españoles la declararon “Ciudad de blancos” por decreto virreinal y posteriormente fue la sal la que financió las campañas libertadoras de Nariño y Bolívar que llevaron a la independencia de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, hace 200 años. Décadas después el escritor y Nobel de literatura Gabriel García Márquez inició su vida en las letras, cuando vivió en Zipaquirá.
La ciudad conserva muchas edificaciones de tiempos coloniales y una plaza principal (plaza mayor o de los comuneros), protegidas por la alcaldía. La arquitectura se destaca por sus balcones, ventanas arrodilladas y anchos muros. En una línea neo-colonial con influencia morisca está la Hospedería El Libertador, construida en 1948 muy exclusiva.





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